Hablar de adolescentes siempre da para rato. Son esa especie fascinante entre la infancia y la adultez que lo mismo puede soltar un “te odio” porque no le dejas salir hasta las tantas que venir a darte un abrazo inesperado. Son expertos en aparentar que todo les da igual, cuando en realidad viven en una montaña rusa emocional más intensa que una temporada completa de Euphoria. Así que hoy vengo a hablarte de algo que no solo les puede cambiar la vida a ellos, sino también a ti: la terapia para adolescentes.
Por si tienes un adolescente en casa (o lo eres, y has caído aquí por curiosidad), no te preocupes: no voy a soltarte un discurso con términos como “procesos cognitivos” o “desarrollo psicoemocional”. No, hoy charlamos como si estuviéramos tomando un café y contándonos nuestras penas. Porque ser adolescente no es fácil y acompañarlos tampoco.
Vamos a ponernos en situación. Imagina que un día te levantas y, de repente, el mundo entero te juzga por cómo te vistes, cómo hablas, qué fotos subes a Instagram y hasta por tu forma de respirar. Pues bien, eso es un martes cualquiera para un adolescente.
La presión es constante. Por un lado, están los padres (sí, tú, que a veces no te enteras de lo mucho que te ignoran mientras te dicen “ajá”). Por otro, la escuela, los amigos, las redes sociales y esa absurda comparación con “el resto del mundo” que parece tener la vida perfecta. Todo esto mientras el cerebro sigue desarrollándose y las hormonas están de fiesta. Si alguna vez has escuchado frases como:
…bienvenido al manual del adolescente moderno.
Aquí es donde la terapia adolescentes entra en juego. Porque no, no es cuestión de “es una etapa” o “ya se le pasará”. La adolescencia puede ser como intentar navegar por un océano sin brújula ni mapas, y a veces una mano amiga puede hacer la diferencia.
Si eres adolescente, tal vez te imaginas la terapia como esas escenas de series donde alguien se sienta en un sillón, mira el techo y un señor con bata pregunta: “¿Y cómo te sientes con eso?”. La realidad es mucho más interesante y, sobre todo, útil. La terapia para adolescentes es un espacio donde nadie te juzga. No tienes que impresionar a nadie ni fingir que eres alguien que no eres. Allí puedes soltar todo lo que te pesa sin miedo a que te respondan “no es para tanto” o “anímate”.
Las redes sociales son un terreno complicado. ¿Quién no ha pasado horas comparándose con el influencer que parece tener un cuerpo perfecto, una vida perfecta y un millón de amigos que siempre están felices? Lo que nadie te dice es que todo eso está cuidadosamente editado y filtrado. Pero para un adolescente, ver eso día tras día puede ser brutal.
En consulta, me gusta usar un ejercicio simple: “Compárate contigo mismo hace seis meses.” Porque el único progreso que importa es el tuyo, no el de alguien con filtros de París y mil fotos descartadas.
La ansiedad, la depresión y el estrés no se ven a simple vista, pero se sienten. Los adolescentes de hoy tienen un ritmo de vida más exigente que un adulto de los años 80. Y aunque se rían cuando les dices “en mis tiempos”, no significa que no estén agotados. Las redes son un escaparate de lo que deberías ser, y eso pesa
Aquí van algunos consejos que comparto en terapia para adolescentes y que, créeme, funcionan:
Si estás aquí, probablemente ya tienes alguna sospecha. Pero para que lo tengas más claro, aquí van algunas señales:
Si algo de esto te suena familiar, no te preocupes. Reconocer que algo pasa es el primer paso para ayudarles.
Siempre digo que los adolescentes son como semillas: tienen todo lo que necesitan para crecer, pero a veces el terreno no está preparado o el agua no llega. La terapia para adolescentes no les da “soluciones mágicas”, pero sí les proporciona herramientas para entenderse, valorarse y enfrentarse al mundo con más seguridad.
Si eres padre o madre y te preguntas si la terapia es lo que necesita tu hijo, la respuesta corta es: dale la oportunidad. Y si eres adolescente y estás leyendo esto, te lo dejo claro: no estás solo. Pedir ayuda no te hace débil, te hace valiente. Porque enfrentarse a lo que uno siente es lo más fuerte que se puede hacer.
Al final del día, todos necesitamos a alguien que nos escuche sin juzgar, que nos entienda sin minimizar y que nos diga: “No pasa nada, lo estás haciendo bien, y juntos vamos a salir de esto”.
Y si ese alguien es un psicólogo especializado en adolescentes, créeme, las cosas pueden cambiar más rápido de lo que piensas.
La primera sesión suele ser una mezcla de nervios y resistencia. Y claro, frases como "No necesito un psicólogo" o "Esto es una pérdida de tiempo" están casi garantizadas. Pero, una vez que se sienten cómodos, todo fluye.
El terapeuta no está ahí para sermonear o ponerse del lado de los padres. Es un aliado del adolescente. Alguien que escucha sin juzgar y ayuda a explorar lo que está pasando. A veces se habla de temas profundos y otras, sí, se comenta el último video viral. Pero todo tiene un propósito: crear un vínculo y ayudarles a entenderse mejor.
Las herramientas que funcionan
Muchos adolescentes creen que ir a terapia significa que "algo está mal con ellos". Pero la realidad es que ir a terapia es una forma de autocuidado. Es como ir al gimnasio, pero para la mente. Y lo mejor es que pueden aprender herramientas que les servirán toda la vida.
Si eres adolescente y estás leyendo esto (o si se lo enseñas a tu hijo), quiero que sepas algo: no hay nada malo en ti. Eres humano, tienes emociones y estás aprendiendo a manejarlas. La terapia no es un castigo, es un regalo que te ayudará a conocerte mejor.
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